
Ahora hay rostros que surgen de una imagen, risas de mujeres que no recordábamos y de amigos que tan sólo estuvieron de paso, de lugares que aparecieron y desaparecieron pero que siempre serán nuestros, de mañanas dolorosamente soleadas, de borracheras y resacas que compartíamos como la madrugada compartía con nosotros sus secretos. Fue cuando el mundo empezaba y acababa con la misma sonrisa, cuando buscábamos la libertad y sin saberlo la encontrábamos porque sabíamos hacer fácil lo que con los años hemos convertido en difícil; fue cuando todavía nos creíamos que seríamos especiales, cuando nada ni nadie podía tocarnos, cuando todavía podíamos improvisar y disfrutar de una juventud que siempre salía a nuestro rescate con una gran sonrisa.
Sentados sobre unas escaleras de playa que contemplaban aquel mar que respiraba por nosotros, y con la noche estrellada de fondo, nuestras miradas intentaban localizar un futuro del que nuestros presentes nos aislaba cada vez más, intentábamos ver pasar imágenes hasta llegar a aquella edad adulta que ya nos parecía lo suficientemente lejana como para haber cambiado..., pero reíamos y hablábamos como si el tiempo nunca pudiera darnos alcance, sabíamos juguetear con la vida como si nuestros cuerpos no tuvieran miedo a terminar envejeciendo.
Aquellos veranos pasaron con la inconsciencia de nuestra juventud y en nuestras mentes las olas nunca golpearon con tanta alegría la orilla del mar, ni las noches fueron tan abiertas como aquellas que se reían con nosotros embriagando a la oscuridad con whisky barato. Ahora nos vemos juntos aunque estemos separados, cerramos los ojos y buscamos indicios de aquellos días cuando intentamos regresar de la opacidad de lo cotidiano, cuando pretendemos recuperar la melancolía de un tiempo pasado..., cerramos los ojos, y entonces recordamos el sabor de la arena en el interior de un vaso de plástico que sabe a sangría y a fiestas de verano.
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