Fueron esas olas las que envolvieron nuestra infancia, las que arrastraron nuestra adolescencia, y las que ahora empujan nuestro presente hacia las rocas. Me he visto y los he visto, tal como éramos, he podido cerrar los ojos y respirar de nuevo ese aire viciado y puro que nos envolvía aquellas tardes de verano en las que siempre encontrábamos algo que hacer y que enlazábamos con el sabor a cerveza caliente de aquellas noches en las que fuimos felices, de aquellas noches en las que la última siempre parecía ser la definitiva.
Ahora hay rostros que surgen de una imagen, risas de mujeres que no recordábamos y de amigos que tan sólo estuvieron de paso, de lugares que aparecieron y desaparecieron pero que siempre serán nuestros, de mañanas dolorosamente soleadas, de borracheras y resacas que compartíamos como la madrugada compartía con nosotros sus secretos. Fue cuando el mundo empezaba y acababa con la misma sonrisa, cuando buscábamos la libertad y sin saberlo la encontrábamos porque sabíamos hacer fácil lo que con los años hemos convertido en difícil; fue cuando todavía nos creíamos que seríamos especiales, cuando nada ni nadie podía tocarnos, cuando todavía podíamos improvisar y disfrutar de una juventud que siempre salía a nuestro rescate con una gran sonrisa.
Sentados sobre unas escaleras de playa que contemplaban aquel mar que respiraba por nosotros, y con la noche estrellada de fondo, nuestras miradas intentaban localizar un futuro del que nuestros presentes nos aislaba cada vez más, intentábamos ver pasar imágenes hasta llegar a aquella edad adulta que ya nos parecía lo suficientemente lejana como para haber cambiado..., pero reíamos y hablábamos como si el tiempo nunca pudiera darnos alcance, sabíamos juguetear con la vida como si nuestros cuerpos no tuvieran miedo a terminar envejeciendo.
Aquellos veranos pasaron con la inconsciencia de nuestra juventud y en nuestras mentes las olas nunca golpearon con tanta alegría la orilla del mar, ni las noches fueron tan abiertas como aquellas que se reían con nosotros embriagando a la oscuridad con whisky barato. Ahora nos vemos juntos aunque estemos separados, cerramos los ojos y buscamos indicios de aquellos días cuando intentamos regresar de la opacidad de lo cotidiano, cuando pretendemos recuperar la melancolía de un tiempo pasado..., cerramos los ojos, y entonces recordamos el sabor de la arena en el interior de un vaso de plástico que sabe a sangría y a fiestas de verano.
"Escribimos para justificar nuestra existencia y comprar un billete de lotería para la inmortalidad que, por supuesto, nunca resultará premiado" Elliott Murphy
miércoles, 25 de octubre de 2017
"Recuerdos de Verano"
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