Fueron esas olas las que envolvieron nuestra infancia, las que arrastraron nuestra adolescencia, y las que ahora empujan nuestro presente hacia las rocas. Me he visto y los he visto, tal como éramos, he podido cerrar los ojos y respirar de nuevo ese aire viciado y puro que nos envolvía aquellas tardes de verano en las que siempre encontrábamos algo que hacer y que enlazábamos con el sabor a cerveza caliente de aquellas noches en las que fuimos felices, de aquellas noches en las que la última siempre parecía ser la definitiva.Ahora hay rostros que surgen de una imagen, risas de mujeres que no recordábamos y de amigos que tan sólo estuvieron de paso, de lugares que aparecieron y desaparecieron pero que siempre serán nuestros, de mañanas dolorosamente soleadas, de borracheras y resacas que compartíamos como la madrugada compartía con nosotros sus secretos. Fue cuando el mundo empezaba y acababa con la misma sonrisa, cuando buscábamos la libertad y sin saberlo la encontrábamos porque sabíamos hacer fácil lo que con los años hemos convertido en difícil; fue cuando todavía nos creíamos que seríamos especiales, cuando nada ni nadie podía tocarnos, cuando todavía podíamos improvisar y disfrutar de una juventud que siempre salía a nuestro rescate con una gran sonrisa.
