El Wurlitzer es una sala un tanto incómoda para ver un concierto, estrecha, con los baños al fondo pegados al escenario, no tiene gran capacidad..., ahora bien, es curioso, pero quizás porque los techos son bajos o por la proximidad de los músicos, los conciertos que recuerdo haber presenciado allí siempre tienen ese componente de intimidad de antro que ya sean grupos punkarras agitando sus guitarras o cantautores agarrados a su guitarra acústica, se logra establecer una conexión especial entre público y músicos y crear un gran ambiente, además tienen a su favor que las cervezas y las copas están a un precio razonable comparado con otras salas. En un principio se me hizo raro que dos tipos con tanto álbumes a sus espaldas y con una carrera consolidada no actuaran en una escenario más grande, a cambio los pudimos disfrutar como si aquello fuera una fiesta privada, e incluso ellos mismos vendieron después sus discos y merchandising atendiendo a todo el mundo con amabilidad.
Will Hoge (productor además del último trabajo de Dave Hause) comenzó el recital con un concierto acústico en el que cantó a capella (obligado porque no funcionaba el micro, pero que logró emocionarnos), tocó la acústica y se sentó al piano dejándonos cinco o seis gemas de su ya extenso repertorio. Le vi actuar hace unos años con banda y con esta media hora en solitario me volvió a confirmar que es uno de los cantantes-compositores de rock más grandes de este siglo. Al igual que Dave Hause, que venía acompañado de su hermano y de un teclista, y que juntos derrocharon buen rollo ofreciendo un concierto en el que Dave no podía ocultar esa actitud punk-rock con apasionadas interpretaciones de "Hazard Lights", "Paradise", "Pretty Good Year", "Sandy Sheets" o "The Flinch" entre otras. En los bises se les unió un Will Hoge que había abandonado la sala durante el recital de Dave Hause para lanzarse juntos con una recreación de "Learning To Fly" de Tom Petty, concluyendo el show con una emocionante interpretación de "Dawn Personal". Lo que se respiraba una vez terminado el recital era la sensación de haber sido partícipe de una noche en la que se había creado una atmósfera mágica, y de la creo que ellos también disfrutaron e incluso creo que se emocionaron ante la respuesta del público para el que fue un lujazo tener a estos dos grandes músicos tan de cerca.
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