Brutal, impresionante, el Boss volvió a dejarnos mudos o más bien sin garganta a todos aquellos que dudábamos que con 73 años podría ofrecer el mismo espectáculo que durante años le han colocado como uno de los mejores directos a los que puedes acudir. Lo primero que sorprende es su transformación sobre el escenario, como si rejuveneciera veinte años, le acompañan sus colegas de la E Street Band y una gran sección de vientos y coros que ya giraron con él en otros tours, y que sonaron tremendos. Lo bueno de esta gira de Bruce es que va directo a hacer música, a interpretar sus grandes canciones con convicción y sin muchas concesiones a su mito y a ese peligroso grupo de fans que cargan irresponsablemente con sus propios hijos en las filas delanteras y sus absurdos cartelitos confundiendo lo que es la pasión con la perversión. También ha habido que soportar durante una semana a los medios de comunicación ofreciendo los mismos clichés de siempre, e intentando llevar la imagen de Bruce al terreno de la política, por no hablar de esa "relación especial" del Boss con Barcelona que de tan repetitiva resulta terminando siendo cómica. Encima la organización fue pésima, no recuerdo ningún concierto tan mal organizado y con tanta falta de respeto a un público que por contra se comportó con una paciencia digna de ser alabada: desde la gymkana que programaron para acceder al estadio, la ubicación de unos únicos baños en pista que situaron en la parte trasera de la misma, o las colas para conseguir una cerveza o una simple botella de agua, y todo esto bajo un invitado inesperado que fue el diluvio que cayó pocas horas antes encharcando el suelo y empapando a todo aquel inició la subida a Montjuic sin lugar donde resguardarse, y que por suerte a nosotros nos pilló tomando copas por la zona de Plaza España y viviendo nuestra propia aventura...
...Pero a las nueve menos cinco se apagan las luces, el estadio ruge y el griterío es ensordecedor, la gente empieza a corear el nombre de Bruce y es como regresar y revivir años pasados mientras te reencuentras con un viejo amigo cuyas canciones forman parte de tu propia banda sonora. Fueron tres horas de rock´n´roll, y no fue solo una experiencia nostálgica, fue un concierto inmenso, incluso mejor que los ofrecidos en giras anteriores. El comienzo con "My Love...", "No Surrender" y la más reciente "Ghost" es arrollador, pero esto no decae, vamos de temazo en temazo, y entre otras nos dejamos llevar con buenísimas interpretaciones de "Prove It All Night" o "The Promised Land", la más festiva "Out In The Street", la locura de "Kitty´s Back", una inesperada versión de "Trapped" y una inmensa "Backstreets", "Because The Night", la épica de "Badlands" y la eterna "Thunder Road" que es coreada por el público como si fuera la última canción a sonar cuando esto deje de girar. Pero con Bruce la fiesta nunca para, y llegan los bises, se encienden las luces y suena una vez más "Born To Run", rockeamos con "Ramroad" y "Glory Days", y bailamos con "Bobby Jean" o "Dancing In The Dark" hasta llegar a ese "Tenth Avenue Freeze-Out" que encarna la relación de fraternidad que Bruce y la E Street Band crearon sobre el escenario con un recuerdo especial a los añorados Clarence Clemons y Danny Federici. Veintinueve canciones que culminan con la acústica "I´ll See You In My Dreams".
Cantamos, reímos, bailamos, y de nuevo Bruce consiguió que tres horas parecieran toda una vida que una vez recordadas se han convertido en un hermoso sueño. Solo espero que este no sea el último baile, pero si lo ha sido, nada podrá borrar la felicidad de este último bis inesperado que Bruce Springsteen y su banda nos han vuelto a regalar.
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