Antes de que abran las puertas del teatro hago tiempo en un bar cercano y me tomó unas cervezas y como algo mientras veo de pasado cómo el Atlético de Madrid gana su copa. Es lo que tiene ir solo, que puedes manejar los tiempos de lo que te apetece hacer. M.Ward sale al escenario justo cuando yo abro la puerta de la primera planta del teatro, y como aquellos trovadores que guitarra en mano contaban historias e interpretaban sus sueños en palabras, se mueve por el escenario sacando partido a su voz y a su habilidad para manejar la guitarra y la armónica.
Ciertamente creo que sus canciones ganan con más instrumentación y que con más músicos en el escenario seguramente el concierto hubiera alcanzado un punto más de emoción, pero la dificultad de enfrentarse desnudo y solo con tus armas ante un público, esta vez muy respetuoso y "demasiado" silencioso, es siempre admirable, y más si tienes la calidad que atesoran sus canciones y esa capacidad innegable como artista. A mí, aquella noche de miércoles M.Ward me ofreció lo que esa noche buscaba, una hora y media de desconexión y de tranquilidad, y la posibilidad de escuchar algunos de sus mejores temas en un escenario ideal.
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