Curiosamente sucede a veces que el destino te abre caminos sin que tú los construyas y me encontré ante la sorpresa de que "The Baboon Show" andaban de gira por España. Habían agotado las entradas para el concierto de Madrid pero por ese motivo se había añadido una nueva fecha para el día anterior en la misma sala. Después de no tener muy claro si podría ir por esas obstáculos que esos mismos caminos que, al igual que se abren, te proponen sus dificultades, y después de leer comentarios de cómo se las gastaban en directo, compré el mismo día la entrada esperando llegar a tiempo para comprobar si de verdad esos elogios eran justificados, y si aquello que muchos afirmaban como una experiencia única era real también para mí.
Ahora me siento afortunado, hora y media de concierto en la que los suecos apretaron el acelerador de nuestros cuerpos y ofrecieron uno de esos espectáculos que recuerdas toda la vida. Pero por encima de músicos y espectadores, está ella, esa chica que viene de la gélida Suecia con la intención de calentar todos los escenarios de un mundo que si fuera justo se rendiría a sus pies. Difícil de olvidar ese crowsurfing recorriendo todo el largo de una Wurlitzer abarrotada, o su imagen sobre la barra del bar mientras recogía un tercio que llegó intacto luego al escenario, sus incansables bailes y movimientos de cabeza, y esa voz que convierte gritos en expresiones de vida.
Termina el concierto y ese rostro salvaje se transforma en un semblante tan reconocible que te lo puedes cruzar en la calle, da besos, choca las manos y se muestra agradecida por haber compartido con ella ese sueño de hora y media en el que el mundo era Cecilia Boström, solo ella.
No hay comentarios :
Publicar un comentario